El sector frigorífico argentino es testigo de una reconfiguración significativa: el Grupo Lequio concretará en los primeros días de junio la adquisición del histórico Grupo Mattievich. Esta operación posicionará a Lequio con una capacidad de faena superior a las 4.000 cabezas diarias y sumará más de 2.500 trabajadores a su estructura operativa.
Este movimiento estratégico forma parte de una expansión que Lequio ha estado implementando durante años, enfocándose en ganar escala, ordenar estructuras productivas heredadas y potenciar activos subutilizados. Fuentes cercanas a la operación indican que la compra se encuentra en su fase final, con “detalles menores aún por definir”, y ha sido el resultado de una negociación “larga, amistosa y de confianza”.
El fin de un legado familiar
La decisión de venta por parte de José Mattievich, una figura histórica en la industria, tiene un trasfondo familiar y generacional. Sin sucesores interesados en continuar con el legado frigorífico, el empresario optó por desprenderse de un conglomerado diverso, que incluye plantas y unidades de negocios distribuidas en Casilda, Arroyo Seco, Carcarañá, Rosario y Villa Gobernador Gálvez.
La falta de un relevo familiar dispuesto a enfrentar los desafíos de un sector tan demandante y susceptible a los vaivenes macroeconómicos fue determinante. “Es una historia común en muchas empresas argentinas: el fundador no encuentra en la siguiente generación el interés o la voluntad de continuar con un negocio tan complejo como el cárnico”, comentan en voz baja desde su entorno.
Una operación de compleja estructura
El Grupo Mattievich no solo representa una marca de peso en la industria, sino que también posee una estructura heterogénea, con frigoríficos, ciclos de faena y espacios industriales dispersos y con distintos niveles de actividad. Entre sus principales plantas se encuentran las de Casilda y Arroyo Seco, además de instalaciones en Carcarañá y activos clave en el sur del Gran Rosario, como Garosa e Integrados en Villa Gobernador Gálvez.
Esta diversidad y complejidad estructural representaban una barrera para posibles compradores. “Era una operación para valientes, para alguien dispuesto a meterse en un entramado con plantas distintas, historias distintas y realidades operativas muy variadas”, explican fuentes cercanas a la operación. A pesar de ello, Lequio optó por una propuesta integral, evitando la fragmentación de activos que habría resultado en un proceso más largo y complejo.
Los objetivos de Lequio
El Grupo Lequio mantiene una línea de trabajo orientada a modernizar, ordenar y expandir, buscando dinamizar los negocios, sumar inversiones y poner en valor lo existente. El objetivo principal es ampliar los volúmenes de producción y optimizar los procesos en cada una de las unidades, sin alterar el perfil productivo base.
Aunque los detalles financieros del acuerdo se mantienen bajo estricta reserva —por respeto al carácter personal del patrimonio del vendedor, aclaran—, esta es, sin duda, una de las operaciones más relevantes del año en el ecosistema agroindustrial argentino.
Con la firma prevista para junio, el Grupo Lequio refuerza su posición como uno de los grandes actores en el mercado cárnico del país y consolida un modelo de crecimiento basado en adquisición, eficiencia y proyección a largo plazo.
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