La ciudad de Ramallo, al norte de la Provincia de Buenos Aires, vive momentos de preocupación por el futuro de la empresa maderera Fiplasto. Al ingresar a la localidad, se observan carteles que exigen soluciones y advierten sobre el impacto de posibles despidos. Un pasacalle lo resume: «No al cierre de Fiplasto». La posible clausura dejaría a numerosos empleados sin trabajo, en contraste con las promesas de inversión que se realizaron al adquirir la compañía.
En septiembre de 2023, el grupo liderado por Marcelo Mindlin, director de Pampa Energía y del Grupo Emes, compró Fiplasto al grupo alemán FV. La adquisición fue impulsada por los activos forestales de la maderera, con la visión de consolidarla en el mercado y avanzar hacia una producción más sustentable. «Reafirmamos nuestro compromiso de invertir en el país», señalaba uno de los comunicados emitidos tras la compra, y aseguraba que la compañía se enfocaría en la neutralidad de carbono para 2050.
Sin embargo, el compromiso con el medio ambiente parece ahora distante ante la crisis laboral y productiva que enfrenta Fiplasto. La situación es urgente: en 2024, la empresa sufrió una caída de ventas que ya generó despidos y lleva al Consejo Deliberante de Ramallo a expresar su preocupación. En una declaración unificada, el presidente del consejo, Adrián Lescano, destacó el esfuerzo conjunto de los bloques políticos para apoyar a los trabajadores afectados. «Es un gesto de acompañamiento hacia los despedidos, que son vecinos de Ramallo», explicó Lescano.
Los problemas para Fiplasto comenzaron a visibilizarse a mediados de año, cuando la empresa detuvo la producción durante junio debido a una caída abrupta en las ventas. Esta medida incluyó suspensiones de turnos y la reorganización de tareas para mantener al personal activo, pese al cese productivo. Durante el invierno, la crisis se profundizó, y la compañía solicitó un proceso preventivo de crisis ante el Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires. Los principales clientes de Fiplasto, como Coca Cola y Quilmes, también disminuyeron sus pedidos, afectando la producción de las tarimas de madera utilizadas en el transporte de bebidas embotelladas.
Ramallo sigue esperando una respuesta de la empresa y busca alternativas que aseguren la estabilidad laboral de sus vecinos y el futuro de la planta industrial.