El miércoles pasado, docentes y trabajadores estatales en Rosario se manifestaron en defensa de la educación pública mediante un "ruidazo" en 35 puntos de la ciudad. El evento, convocado por Amsafe Rosario y ATE, expuso la crisis que atraviesa el sector educativo, caracterizada por sobrecarga laboral, salarios por debajo del mínimo y falta de recursos. En medio de estas demandas, las docentes Paula Nardini y Verónica Montanari expresaron su preocupación por el deterioro de las condiciones de trabajo, alertando: "Estamos al límite".
Una situación laboral insostenible
Paula Nardini, secretaria adjunta de Amsafe Rosario, y Verónica Montanari, secretaria de género, participaron activamente en la manifestación, a pesar de las adversas condiciones climáticas, para visibilizar sus demandas. Desde la esquina de los bulevares Rouillón y Seguí, denunciaron el impacto de los bajos salarios y la reforma jubilatoria en sus vidas y en la calidad educativa. Nardini señaló que "una docente que recién empieza apenas supera los 600.000 pesos, mientras que una con mayor antigüedad no llega al millón", cifras que ubican sus ingresos por debajo del salario mínimo y que afectan tanto su salud como la calidad de la educación impartida.
Las dos docentes contaron sus problemáticas en el ruidazo de Rouillón y Seguí. Foto: Juan José García.
La docente explicó que la sobrecarga laboral es una constante, con jornadas extendidas, múltiples reemplazos y la presión de los últimos años de trabajo que determinan su jubilación: "Compañeros y compañeras tienen que trabajar aún más hacia el final de su carrera para asegurar una jubilación digna". Enfatizó además que, con la actual ley jubilatoria, "las propias jubiladas tienen que pagar el ajuste, lo cual es tremendo".
Un ajuste que profundiza desigualdades
Por su parte, Montanari detalló la precariedad laboral que enfrentan, especialmente en la educación secundaria, donde muchos docentes deben rotar entre varias instituciones para acumular horas suficientes y alcanzar un ingreso básico. "Somos docentes taxis, trabajamos en varias escuelas al mismo tiempo", aseguró. Este tipo de trabajo, según explicó, provoca un desgaste físico y emocional, agravado por las demoras en obtener titularidad: "Tardamos entre cinco, seis o 10 años en poder titularizar", lo que implica años de incertidumbre y precariedad.
La secretaria de género subrayó que el trabajo de los docentes está lejos de limitarse a las horas de clase, como muchos creen: "Después del horario escolar, continuamos con la preparación de clases, la corrección de pruebas y la elaboración de materiales". Además, denunció que en numerosas escuelas los recursos básicos, como borradores o tizas, deben ser costeados por los mismos docentes.
La falta de apoyo en situaciones sociales complejas
Ambas docentes coincidieron en que el ajuste presupuestario impacta especialmente en la atención de problemáticas sociales en las escuelas, lo cual pone en riesgo el acompañamiento a estudiantes en situación de vulnerabilidad. "Los docentes estamos solos frente a situaciones muy complejas, y no tenemos las herramientas necesarias para ayudar a nuestros alumnos", indicó Montanari. En esta línea, señaló que el equipo socioeducativo está insuficientemente dotado de personal para cubrir una zona amplia como Rosario y sus alrededores, afectando también al área de Educación Sexual Integral (ESI).
Montanari enfatizó la falta de instancias colectivas de trabajo, como las plenarias docentes, que en el pasado permitían abordar y planificar respuestas a situaciones específicas de los estudiantes: "No tener instancias donde trabajar colectivamente es no pensar en esos chicos y chicas", detalló.
Un esfuerzo colectivo que no basta
A pesar de los desafíos, Montanari destacó el esfuerzo del cuerpo docente para suplir la ausencia de apoyo oficial, tejiendo redes con centros de salud y clubes locales: "Hemos armado redes, pero es pura voluntad. El gobierno debe hacerse responsable, porque sin políticas públicas y sin personal no hay soluciones posibles".
El panorama descrito por Nardini y Montanari revela una crisis en el sistema educativo que no solo afecta a los docentes, sino también a los estudiantes, quienes padecen los efectos de la sobrecarga y el agotamiento de sus educadores. Ambas coinciden en que, de mantenerse estas condiciones, la privatización de la educación podría volverse una realidad inminente, profundizando aún más las desigualdades en la sociedad.
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