El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas dio luz verde esta semana al ambicioso plan de Estados Unidos para la reconstrucción de la Franja de Gaza, otorgándole a Donald Trump un inédito rol como autoridad ejecutiva del enclave por un periodo inicial de dos años. Sin embargo, la iniciativa enfrenta una compleja carrera de obstáculos que van desde la resistencia de Hamas al desarme hasta la falta de legitimidad percibida por la población local en un territorio devastado.
El proyecto establece la creación de una "Junta de la Paz", presidida por el ex mandatario estadounidense, que tendrá poder de decisión sobre la gobernanza y las obras de infraestructura. Este órgano actuará en coordinación con una fuerza internacional encargada de garantizar la seguridad, pero la implementación práctica del acuerdo sigue rodeada de incertidumbres políticas y operativas.
El Laberinto del Desarme y la Seguridad
Uno de los puntos más críticos del plan es la exigencia del desarme de Hamas, condición innegociable para Israel. La Fuerza Internacional de Estabilización tendrá la misión de desmantelar la infraestructura militar del grupo y supervisar a una nueva policía local. Sin embargo, hasta la fecha, ningún país árabe ha confirmado el envío de tropas.
La situación se tensa ante las advertencias de Hamas, que ha comunicado que cualquier intento de incautación de armas sin garantías de soberanía convertirá a la fuerza internacional en "parte del conflicto a favor de la ocupación". Además, la negativa de Israel a aceptar la participación de países como Turquía complica aún más el despliegue de los contingentes necesarios.
¿Quién Gobernará el Día a Día?
El modelo propuesto relega a un segundo plano a los representantes políticos palestinos. La administración diaria recaerá en un comité de tecnócratas independientes, sin vínculos con Hamas ni con la Autoridad Palestina. Aunque suenan nombres internacionales como el del ex primer ministro británico Tony Blair para integrar la Junta, la desconexión con la realidad local preocupa a los analistas.
El encuestador palestino Khalil Shikaki advirtió que la legitimidad de este comité exige un proceso de selección "totalmente palestino", consultando a sindicatos y líderes comunitarios. Existe un temor palpable de que los funcionarios designados sean vistos como "colaboradores" de Estados Unidos o Israel, lo que podría agravar la fragmentación social y generar nuevos focos de violencia interna.
Un Horizonte Político Difuso
El plan aprobado por la ONU se limita a referencias vagas sobre la eventual creación de un Estado palestino, una ambigüedad forzada por la oposición del gobierno israelí. Si bien se contempla la posibilidad de transferir el control a la Autoridad Palestina en el futuro, esto está condicionado a reformas institucionales que hoy parecen lejanas.
En este escenario, Gaza se convierte en un tablero donde conviven múltiples fuerzas: remanentes de Hamas, el ejército israelí, milicias rivales, tropas internacionales y una administración civil tecnocrática. La falta de un calendario claro para la retirada israelí y la indefinición sobre la soberanía futura amenazan con estancar la reconstrucción antes de que siquiera comience.


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