Migrantes venezolanos en un centro de detención texano claman "SOS" ante la amenaza de ser deportados , mientras niña de dos años separada de sus padres regresa a Venezuela

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La política migratoria estadounidense bajo la administración Trump continúa generando controversia y sufrimiento. En Texas, un grupo de 31 migrantes venezolanos detenidos en el centro de Bluebonnet protagonizaron una desesperada protesta, formando la señal de auxilio "SOS" en el patio del recinto. Su objetivo era denunciar lo que consideran una detención injusta por parte del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y la inminente amenaza de deportación masiva, impulsada por acusaciones de pertenecer a la banda criminal Tren de Aragua, las cuales niegan categóricamente.

La situación de estos migrantes se agrava al ser notificados de su posible deportación bajo la antigua Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, una normativa utilizada durante la Segunda Guerra Mundial para detener a ciudadanos japoneses-estadounidenses. Aunque algunos ya habían sido trasladados para su expulsión, una intervención de la Corte Suprema bloqueó temporalmente los vuelos, forzándolos a regresar al centro de detención, con la incertidumbre de ser enviados a la prisión de máxima seguridad CECOT en El Salvador.

Mientras tanto, en Venezuela, se vivió un emotivo reencuentro. Maikelys Antonella Espinosa Bernal, la niña de dos años que se convirtió en un símbolo de los reclamos del gobierno de Nicolás Maduro contra las políticas migratorias de Donald Trump, regresó a su país. La pequeña había sido separada de sus padres en Estados Unidos, luego de que su madre fuera acusada de vínculos con el Tren de Aragua y su padre deportado previamente a la mega cárcel CECOT en El Salvador.

La llegada de Maikelys al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar fue recibida con júbilo por la primera dama venezolana, Cilia Flores, quien la llevó en brazos hasta el Palacio de Miraflores, donde la esperaba su madre, Yorely Bernal, deportada días antes. El encuentro entre madre, hija y abuela materna fue un torrente de lágrimas y abrazos, presenciado por el propio presidente Maduro, quien celebró el regreso de "la niña querida de todos", afirmando que "es hija y nieta de todos nosotros".

El caso de Maikelys había generado una fuerte tensión diplomática entre Caracas y Washington. Mientras el gobierno venezolano acusaba a Estados Unidos de "robar" niños venezolanos, las autoridades estadounidenses justificaban la separación familiar alegando la presunta peligrosidad de los padres, acusando al padre de ser un "lugarteniente" del Tren de Aragua y a la madre de dedicarse al "reclutamiento de mujeres jóvenes para el contrabando de drogas y la prostitución".


A pesar de estas acusaciones, Maikelys regresó a Venezuela como parte de un grupo de más de 220 migrantes deportados desde Estados Unidos, en un vuelo que incluso fue agradecido por Nicolás Maduro a Donald Trump, calificándolo como "un acto profundamente humano". Este gesto abre la puerta a posibles negociaciones futuras entre ambas naciones, a pesar de las marcadas diferencias políticas. Maduro expresó su esperanza de poder "rescatar" pronto al padre de Maikelys y a los demás venezolanos que permanecen en la cárcel CECOT en El Salvador.

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