El ministro de Deportes y Juventud de Arabia Saudí, Abdulaziz bin Turki al-Faisal al-Saud (Foto: EFE)
Arabia Saudita ha logrado convertirse en la sede del Mundial de Fútbol 2034, un objetivo que llevaba años persiguiendo mediante inversiones multimillonarias en deporte. Sin embargo, la decisión de la FIFA ha provocado una tormenta de críticas internacionales, centradas en denuncias de violaciones sistemáticas a los derechos humanos y el uso de eventos deportivos como herramienta para mejorar la imagen del reino.
Varias organizaciones, entre ellas Human Rights Watch, Amnistía Internacional y Football Supporters Europe, criticaron duramente la decisión: “La FIFA ha decidido ignorar nuestras advertencias”, señalaron en un comunicado. Estas entidades advierten sobre la explotación laboral, la discriminación sistemática contra mujeres y personas LGBTQIA+, y la represión de activistas dentro del país.
Un informe detallado destacó que Arabia Saudita ejecutó a 274 personas en 2023, convirtiéndose en el país con más ejecuciones a nivel global. Además, la seguridad de los trabajadores migrantes que construirán la infraestructura para el torneo es motivo de preocupación, en un paralelo con las controversias previas de Qatar 2022.
El deporte como herramienta política
Desde 2018, tras el asesinato del periodista opositor Jamal Khashoggi, Arabia Saudita ha intensificado su apuesta por el deporte como estrategia de soft power. Líderes como el príncipe Mohammed bin Salman han financiado la llegada de estrellas como Cristiano Ronaldo, Neymar y Karim Benzema a la liga saudita, e incluso Lionel Messi se convirtió en su embajador turístico.
Esta estrategia busca transformar la percepción global del país, asociándolo al deporte en lugar de sus antecedentes en derechos humanos. El analista Said Chaya explicó: “Arabia Saudita busca convertirse en un hub deportivo y turístico, similar a Qatar, para diversificar su economía y generar estabilidad en la región”.
En esta línea, el reino ha invertido en deportes como la Fórmula 1, el golf, el boxeo, y los deportes electrónicos. Incluso adquirió el club inglés Newcastle y lanzó la polémica liga LIV Golf.
Críticas internas y externas
A pesar de la aprobación de la FIFA, algunos sectores levantaron su voz contra esta decisión. La Federación Noruega de Fútbol calificó el proceso de selección como “defectuoso e incompatible con los principios de transparencia y responsabilidad”. Además, más de 100 futbolistas mujeres exigieron la ruptura del patrocinio de Aramco, la petrolera estatal saudita, con el organismo futbolístico.
Arabia Saudita se enfrenta ahora a la difícil tarea de convencer al mundo de que puede ser una anfitriona responsable y ética. La próxima década estará marcada por esta tensión entre las ambiciones deportivas y las denuncias de violaciones a los derechos humanos.