La Iglesia Católica ha tomado una medida drástica al apartar al sacerdote Javier Olivera Ravasi de la Diócesis de Zárate-Campana debido a su participación en una controvertida visita de diputados de La Libertad Avanza a represores en el penal de Ezeiza. Esta decisión surge en medio de una investigación sobre el encuentro y responde a “numerosas quejas fundadas” que cuestionan las actitudes y posturas del sacerdote, las cuales se consideran antidemocráticas y contrarias al testimonio cristiano.
En un comunicado oficial, la Conferencia Episcopal anunció que la separación de Olivera Ravasi se debió a sus comportamientos y expresiones, que se oponen a los principios cristianos y a las enseñanzas del papa Francisco. La Iglesia ha querido dejar claro su rechazo a cualquier forma de negacionismo o justificación de la dictadura militar y sus crímenes.
Olivera Ravasi, de 47 años, es hijo del mayor Jorge Antonio Olivera, quien cumple prisión domiciliaria por delitos de lesa humanidad. Se le acusa de haber promovido la reunión de los legisladores libertarios con figuras de la represión como Alfredo Astiz y Antonio Pernías, generando inquietud sobre la posible infiltración de ideologías antidemocráticas en las instituciones religiosas y políticas.
La fundación dirigida por Olivera Ravasi, San Elías, se presenta como un bastión de la “contrarrevolución cultural y espiritual”, con un lema destinado a desacreditar la historia y el testimonio de las víctimas del terrorismo de Estado. Este tipo de movimientos y discursos representan un peligro para la democracia, al intentar revisar y justificar actos condenados tanto por la comunidad internacional como por la propia Iglesia.
En una notable respuesta del Vaticano, semanas después de la polémica reunión, el papa Francisco recibió durante más de una hora a Anita Fernández, hija de Ana María Careaga, quien había sido secuestrada mientras estaba embarazada. Anita Fernández es además nieta de la Madre de Plaza de Mayo Esther Balestrino de Careaga, víctima de los “vuelos de la muerte” tras su desaparición, producto de la infiltración de Astiz en el grupo de Madres que se reunía en la Iglesia de la Santa Cruz.