En los últimos días, el plan económico del Gobierno argentino ha ingresado en una nueva fase, centrada en la política monetaria y con la intención de implementar un esquema de competencia de monedas. Este sistema, que ya se encuentra en funcionamiento en otros países, ha sido objeto de comparación por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI) con modelos previamente implementados en Perú y Uruguay.
En el informe que aprobó la octava revisión del acuerdo con Argentina, el FMI destacó que el equipo económico argentino está avanzando en los fundamentos clave para establecer una competencia de monedas, señalando que “dentro del régimen podría que se asemeje al sistema de flotación administrada que prevalece hoy en Perú y Uruguay”.
El modelo uruguayo y su evolución
Entre la década de los 60 e inicios de los 90, Uruguay enfrentó una situación económica similar a la de Argentina, con déficit fiscal, emisión monetaria y altas tasas de inflación. A principios de los 90, Uruguay comenzó a implementar un plan de estabilización orientado a reducir la inflación, utilizando el tipo de cambio como ancla de precios. “El Banco Central preanunciaba ‘bandas cambiarias’ mediante las cuales debía moverse el tipo de cambio”, explicó Nicolás Cichevski, economista y gerente en CPA Ferrere.
Aunque el régimen de bandas cambiarias ayudó a evitar el impacto inflacionario del dólar, resultó insuficiente para adaptarse a eventos inesperados, lo que culminó en la crisis de 2002. Desde entonces, Uruguay adoptó un sistema de libre mercado con distintas monedas de curso legal. “El tipo de cambio es libre. Hay un solo precio y todos los días el Banco Central lo publica de forma abierta”, añadió Pablo Moya, economista de la Consultora Oikos.
Bajo el esquema actual, el tipo de cambio flota libremente y el Banco Central interviene ocasionalmente para limitar la volatilidad. “Se decidió que el tipo de cambio flota libremente en Uruguay, con un régimen monetario de metas de inflación”, detalló Cichevski. La acumulación de reservas en el Banco Central es esencial para mantener la estabilidad, y actualmente ronda el 25% del PBI.
La flotación sucia en Perú
Perú, por su parte, ha adoptado un modelo diferente conocido como “flotación sucia”. En la década de 1980, bajo el gobierno de Alan García, Perú enfrentó una inflación descontrolada debido a controles de precios y múltiples tipos de cambio. Con la llegada de Alberto Fujimori en los 90, se liberalizaron los precios y se implementó una reforma constitucional que prohibió al Banco Central prestar dinero al fisco. “Se decidió permitir que la gente mantuviera sus ahorros en dólares”, comentó Marco Ortiz, profesor de la Universidad del Pacífico.
Para mantener la estabilidad en este sistema bimonetario, el Banco Central peruano practica una flotación sucia, interviniendo en el mercado de cambios para evitar grandes fluctuaciones. “Se considera que el tipo de cambio peruano es de flotación administrada o sucia”, explicó Diego Winkelried, jefe del Departamento Académico de Finanzas de la Universidad del Pacífico.
La flotación sucia implica que el Banco Central compra dólares cuando el tipo de cambio baja y los vende cuando sube, sin seguir parámetros estrictos. “El Banco Central interviene de manera discrecional para reducir la volatilidad cambiaria”, indicó Winkelried. La acumulación de reservas es igualmente crucial, con reservas actuales que equivalen al 35% del PBI.
Desafíos y Consideraciones para Argentina
Para desarrollar un sistema de convivencia bimonetaria en Argentina, el respaldo de reservas es fundamental para manejar la demanda de dólares y mantener la estabilidad del tipo de cambio. Ambos modelos, el uruguayo y el peruano, ofrecen lecciones sobre los riesgos y beneficios de los sistemas de competencia de monedas, y la experiencia de estos países podría influir en la implementación del plan económico argentino.