El Vaticano iniciará durante la segunda quincena de febrero la restauración del denominado “Baldaquino” de la Basílica San Pedro, una estructura dorada de bronces, madera y hierro de 400 años y 63 toneladas que está ubicada en el Altar Mayor, sobre la que se considera la tumba del primer Papa, en un trabajo que se extenderá por diez meses con un costo de 700.000 euros y que espera terminar para el inicio del Jubileo dedicado a la esperanza y convocado para 2025.
“Es una restauración con valor simbólico porque el Baldaquino, que se eleva solemnemente sobre el altar mayor, señala con su magnificencia la ubicación de la Tumba del Apóstol Pedro, a quien está dedicada la Basílica Vaticana”, explicó el cardenal Mauro Gambetti, responsable de la Basílica, en diálogo con Télam.
Los trabajos, que se realizarán mientras la Basílica esté abierta para todas las celebraciones del papa Francisco y que buscarán alterar lo menos posible a los cerca de 50.000 visitantes diarios de la Iglesia más grande del mundo, serán parte de la primera restauración en 250 años de la que es además la única obra en colaboración de los protagonistas del Boca-River de la escultura y arquitectura de la Roma de los siglo XVI y XVII, Gian Lorenzo Bernini y Francesco Borromini.
Alto como un edificio de 10 pisos
“Baldacchino deriva de Baldác, el antiguo nombre de Bagdad, de donde procedían los tejidos más preciados. En la Basílica Vaticana los cuatro postes que sostenían estos techos textiles fueron sustituidos por gigantescas columnas retorcidas de bronce, una clara referencia a las columnas que se encontraban alrededor de la tumba de Pedro en la antigua basílica”, explicó Gambetti.
Pietro Zander, jefe de la sección de Necrópolis y Patrimonio Artístico de la Fábrica de San Pedro, resumió a Télam la dimensión de la obra: “El Baldaquino es alto como un edificio de 10 pisos, mide 28,74 metros entre el piso hasta la cruz superior y pesa 63 toneladas”.
“Incluso sus partes individuales también tienen unas dimensiones impresionantes”, expresó antes de detallar que las cuatro bases de mármol sobre las que se asientan las columnas retorcidas miden 2,60 metros de altura; las cuatro columnas de bronce dorado tienen 11,32 metros de altura y un diámetro en la base de 1,20 metro y cada una pesa más de 9 toneladas”.
“Las estatuas de los cuatro ángeles en el frontón superior alcanzan la magnífica altura de 4 metros y cada uno pesa 2 toneladas y media mientras que la cruz situada en lo alto, encima del globo dorado, tiene 2,20 metros de altura”, sostuvo sobre los datos técnicos.
Con esos números, Gambetti insistió en que se trata de “una restauración exigente y necesaria, de particular significado porque se emprendió con vistas al ya inminente Jubileo”, en referencia al año de celebraciones convocado por el papa Francisco para 2025 que tendrá por lema “Peregrinos de esperanza”.
La fecha de la restauración, según indicó el Vicario General del Papa para la Ciudad del Vaticano, busca renovar el Baldaquino de cara al cuarto centenario de la Dedicación de la nueva Basílica Vaticana, que tuvo lugar en 1626 bajo el Papa Urbano VIII.
El escenario en el que se emplaza el Baldaquino no puede ser más característico para el cristianismo, apuntó Gambetti, ya que la estructura se levanta sobre “una tumba muy humilde que alberga los restos del apóstol Pedro bajo el altar papal: un sencillo pozo excavado en la tierra de la colina del Vaticano por los primeros cristianos de Roma en época del emperador Nerón. Una tumba siempre venerada en la que el Papa Silvestre y el emperador Constantino construyeron la primera gran basílica en el siglo IV, que fue reemplazada en siglo XVI, por voluntad del Papa Julio II della Rovere, por la actual”.
“Fue Urbano VIII, en 1624, quien encomendó la Superintendencia de la obra a un arquitecto y escultor de entonces 26 años, Gian Lorenzo Bernini, quien hizo los trabajos con la ayuda de Francesco Borromini y de un nutrido grupo de personas con talento de todo tipo: escultores, fundidores, carpinteros y trabajadores especializados”, desarrolló el cardenal, antes de resaltar que el mismo espíritu interdisciplinario se da en los trabajos de este año.
“Estarán involucrados, en la restauración, la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, los Museos Vaticanos, la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas, la Prefectura de la Casa Pontificia, la Florería de la Gobernación y el Dicasterio para la Comunicación, que documentará cada fase con imágenes audiovisuales de alta resolución”, explicó.
Los trabajos de restauración
De todos modos, más allá de las efemérides, el inicio de los trabajos se da luego de que las autoridades constataran que “todas las superficies del monumento están cubiertas de una pátina oscura que hace parcialmente visible incluso el dorado, alterándolo y amortiguándolo”, indicó Zander.
Para el responsable de los trabajos, además de polvo acumulado especialmente en la parte superior de la obra, también hay hinchazones muy pequeñas debidas a fenómenos de alteración del bronce, desconexiones y desprendimientos en el “cielo del baldaquino con el bajorrelieve de la paloma del Espíritu Santo”.
“De hecho, en todas las superficies existen pátinas oscuras formadas por las sustancias grasas utilizadas en el pasado en intervenciones de mantenimiento”, sostuvo.
La idea de los trabajos, resumió Zander, es apostar a una duración al menos similar a los dos siglos y medio, como fue el tiempo transcurrido desde la última restauración.
“Estamos hablando de una Basílica que tiene un volumen vacío de un millón de metros cúbicos y que acoge hasta 50.000 personas cada día, lo que genera importantes variaciones microclimáticas durante el día y fuertes cambios de temperatura y humedad entre el día y la noche”, enfatizó, lo que “favorece fenómenos de alteración y corrosión de metales; oxidación de soportes y refuerzos de hierro; dilatación de las piezas de la estructura de madera con el consiguiente levantamiento y desprendimiento de la película pictórica”.
A la hora de establecer un cronograma de los trabajos, el responsable del área técnica de la Fábrica de San Pedro del Vaticano, Alberto Capitanucci, precisó que en primer lugar se preparará el lugar con el diseño del andamiaje de trabajo y luego se hará, más allá de las ideas ya esbozadas, un diagnóstico preliminar a partir de un nuevo relevamiento fotográfico, mientras que recién en la tercera fase de los trabajos se tocarán las superficies de metal, piedra y madera.
“El examen del estado de conservación del Baldaquino parece excluir una degradación significativa del metal pero, por otro lado, no se puede dejar de detectar la presencia de pátinas oscuras y pesadas debido a sustancias grasosas y partículas atmosféricas ahora incorporadas a las pátinas”, argumentó.
Así, en la tercera fase de los trabajos, se empezará primero por las superficies en bronce y hierro, de forma totalmente manual; luego se pasará a la piedra, con aspiradoras y pinceles suaves para remover el polvo depositado antes de readherir los pequeños fragmentos que se puedan haber desprendido con una malta de cal.
En el trabajo sobre la madera, la última fase, se utilizarán resinas para un tratamiento biocida preliminar y luego proceder a una consolidación recohesiva y readhesiva.
También se hará la reconstrucción de pequeñas partes faltantes o dañadas en modelado de madera.
El Baldaquino fue creado por Bernini entre 1624 y 1635 en un trabajo que reunió a su padre, Piero, a su hermano Luigi y la asistencia de Borromini, con quien se disputan la firma de los más relevantes trabajos de la “ciudad eterna” del 600, al punto que se multiplican las leyendas sobre su rivalidad. El Baldaquino fue, en ese punto, ese momento en que se juntan dos cosas que nunca antes habían estado juntas y el mundo cambia.
Ahora, a más de 400 años de su emplazamiento y a 250 años de la última restauración profunda, el Vaticano aspira a dejarlo reluciente para el Jubileo de 2025, un evento para el que la Santa Sede, Italia y Roma ya trabajan en una mesa tripartita desde 2022 para dejar a la capital en su máximo esplendor de cara a una celebración que convocará al menos 20 millones de personas que, en su mayoría, buscarán atravesar la “Puerta Santa” de la Basílica, a metros del Baldaquino y símbolo de la celebración que se da cada 25 años.