En los próximos meses, la Justicia de Rosario tomará decisiones cruciales respecto a la antigua fábrica Mahle, que en 2009 valía millones de dólares y que, desafortunadamente, terminó con sus máquinas subastadas como chatarra, abandonadas en un predio cercano a la Circunvalación.
El empresario argentino Jorge Basualdo, que adquirió la planta en 2010, está demandando un resarcimiento de entre 6 y 15 millones de dólares, acusando a ejecutivos de la multinacional alemana Mahle por retener y permitir el vandalismo de los bienes de la empresa.
La historia de Mahle es un relato de más de una década que desafía los preceptos empresariales y expone la violencia económica desatada en Rosario. Enfrentándose a una multinacional que emplea a 72,000 personas en todo el mundo, Basualdo ha librado una batalla legal durante siete de los trece años transcurridos, desafiando el poder y la impunidad de la multinacional alemana.
La disputa comenzó en 2009, cuando la empresa alemana decidió trasladar la planta a Brasil después de un conflicto con sus 550 empleados en Argentina, a quienes despidió e indemnizó. Por intervención del gobierno nacional, Mahle no pudo llevarse la planta a Brasil, optando por venderla a Basualdo y sus socios brasileños en 2010.
Aunque los primeros años fueron prometedores para Aros Kim SA, la devaluación en 2014 y la llegada de Mauricio Macri en 2016, con aumentos significativos en las facturas de energía y una avalancha de importaciones, generaron desafíos. En 2016, Basualdo y sus socios se sometieron a un concurso de acreedores para resolver deudas, pero la situación se complicó aún más.
En un intento por recuperar la planta, Basualdo devolvió las instalaciones a Mahle, pero nunca las recuperó, y las máquinas fueron vandalizadas y robadas. Mahle solicitó la quiebra y las máquinas se subastaron por 30,000 dólares, una fracción de su valor original en 2010.
Basualdo inició demandas judiciales: una en la Justicia provincial por "retención indebida de bienes" y otra en el marco de la quiebra en la Justicia porteña, solicitando entre 6 y 15 millones de dólares por la destrucción de las máquinas. La Justicia provincial envió a juicio oral a dos ejecutivos de Mahle.
El trasfondo económico y político revela la intención de Mahle, desde 2009, de trasladar la planta a Brasil y favorecer un negocio basado en importaciones. Basualdo denuncia una maniobra para destruir la planta y potenciar la importación, permitiendo a Mahle controlar más del 60% del mercado y generar ganancias sustanciales.
La historia de Mahle, desde la grandeza hasta convertirse en chatarra, es un testimonio de los desafíos enfrentados por los empresarios argentinos ante las multinacionales y destaca la importancia de la intervención judicial para resolver este complicado entramado empresarial.
