El 20 de mayo del año 2000, la casa de la familia Fraticelli se vio envuelta en la tragedia. Natalia, su hija de 15 años, fue encontrada muerta en su habitación con una bolsa de nailon en la cabeza. El hecho conmocionó a Santa Fe y desató un proceso judicial que duraría años, generando un intenso debate sobre si fue un crimen o un suicidio.
Un caso que marcó la Justicia
Natalia era hija de Graciela Diesser y de Carlos Fraticelli, quien en ese entonces se desempeñaba como juez de Instrucción de Rufino. A los pocos días del suceso, el 24 de mayo de 2000, Graciela fue detenida. Meses después, el 24 de noviembre, Carlos Fraticelli también fue arrestado. El 14 de mayo de 2002, tras un extenso y complejo juicio, la pareja fue condenada a prisión perpetua como coautores del homicidio doblemente calificado.
Una autopsia inicial, posteriormente cuestionada, jugó un papel crucial en la acusación de homicidio. Determinó que la adolescente había sido estrangulada, una conclusión que se basó en una presunta fractura del hueso hioides. Sin embargo, más tarde se sabría que esta fractura fue producto de una mala manipulación del cuerpo durante la autopsia. En su momento, una segunda autopsia reveló que Natalia había ingerido al menos 20 pastillas de un antidepresivo de su abuela.
El camino a la absolución
El 8 de junio de 2006, la Corte Suprema de la Nación decidió revisar la condena. El 3 de octubre del mismo año, el matrimonio obtuvo la libertad condicional. Finalmente, después de 3.471 días como sujetos judiciales, la Cámara Penal de Venado Tuerto los absolvió el 20 de noviembre de 2009. La votación de los jueces reflejó la persistente incertidumbre: dos se inclinaron por la hipótesis del suicidio, dos por el beneficio de la duda y hubo una abstención. El caso se cerró definitivamente en 2016.
Graciela Diesser, sumida en una profunda depresión, se suicidó el 11 de abril de 2012 en Rafaela.
La vida del exjuez Fraticelli y la mirada de la prensa
Carlos Fraticelli rehízo su vida. Actualmente es pareja de Norma Tejedor, psicóloga social y profesora de letras. Se dedicó a la docencia en la carrera de Recursos Humanos y, tras jubilarse, ejerce su profesión de abogado. Su matrícula se inscribió en el Libro 4 Folio 196 del Colegio de la Tercera Circunscripción Judicial. En Rufino, su ciudad natal, lleva una vida tranquila y pasa desapercibido entre los 20.000 habitantes. Junto a Norma Tejedor, escribió el libro autobiográfico "Divina justicia, el cielo lo sabía", donde narra el caso que marcó su vida.
La prensa, especialmente el diario La Capital, siguió el caso de cerca. Periodistas como Jorge Salum, María Laura Cicerchia y Silvia Caraffa se abocaron a cubrir cada detalle. Salum, en un análisis posterior, señaló que la autopsia inicial realizada por el forense Luis Pettinari fue crucial para la hipótesis del homicidio, afirmando que Natalia había sido estrangulada. Sin embargo, la posterior admisión de Pettinari sobre el error en la manipulación del cuerpo y la fractura accidental del hioides fue un punto de inflexión.
María Laura Cicerchia analizó en profundidad las 300 páginas del fallo absolutorio y concluyó que el caso puso en crisis a la Justicia santafesina, lo que finalmente llevó a la reforma que instauró el juicio oral en 2014. A pesar de la absolución, Cicerchia sentenció: "La muerte de Natalia, encriptada entre dos teorías, nunca se aclaró".
El periodista Hernán Lascano reflexionó sobre la dificultad de distinguir la prueba de lo emocional en este caso, donde la mezcla entre lo factual y lo subjetivo se dio a nivel institucional.
La mañana fatal y el inicio de la investigación
La mañana del 20 de mayo de 2000, el matrimonio Fraticelli encontró a Natalia muerta en su habitación con una bolsa en la cabeza. En un primer momento, no llamaron a la policía, sino al médico Hugo Costa, quien constató el deceso. Luego, un amigo de la familia, el juez Víctor Pautasso, citó al forense Juan Maggi.
Carlos Fraticelli, en un discurso repetitivo, sostenía que "mataron a la Nati" y que la habían encontrado con "estas bolsitas puestas en la cabeza y con las manos atadas", además de la desaparición de dinero. El entonces comisario de Rufino, Jorge Villalba, llegó a la casa y se mostró escéptico ante la versión de un ingreso forzado, notando la falta de huellas y una cortina de enrollar apenas levantada. Su atención se centró en la presencia de expedientes en el escritorio de Fraticelli envueltos en bolsas idénticas a las encontradas junto al cuerpo de Natalia.
El médico Hugo Costa también manifestó su sorpresa ante la consulta de los padres sobre la posibilidad de suicidio y la reanimación de su hija, a pesar de que él ya había confirmado su muerte.
El cuerpo fue trasladado a la morgue judicial de Rosario. Las opiniones de los forenses divergieron. El médico policial Ulises Cardozo expresó: "No puedo afirmar que la estrangularon porque sería la primera vez que alguien que lo hace no deja la marca de sus dedos sobre la piel de la víctima". Por otro lado, Oscar Sánchez, director del Instituto Médico Legal de Rosario, indicó que se encontraron equimosis en los músculos del cuello, sugiriendo una fuerte ligadura o golpe. Un estudio histopatológico posterior afirmó que Natalia murió por estrangulamiento, indicando que la primera autopsia había señalado una fractura del hueso hioides.
El error fatal y la absolución
El "error fatal" fue la manipulación del cuerpo que provocó la fractura del hioides, hecho que el forense Pettinari admitió tardíamente, aunque lo omitió en su informe inicial. Esta admisión, en medio de una profunda depresión que lo llevó a la muerte, fue clave. Así, la verdad judicial se impuso: Natalia no fue asfixiada. A pesar de esto, el juez Carlos Risso continuó la instrucción acusando a ambos padres, y el juez de Melincué, Fernando Vidal, los condenó por el crimen, hasta que finalmente fueron absueltos el 20 de noviembre de 2009.
Veinticinco años después, la Justicia argentina se ha cuestionado su propio desempeño, llevando a una reforma penal. Carlos Fraticelli ejerce la abogacía y Graciela Diesser se suicidó. Fraticelli, en su libro, plasmó su versión de los hechos que, por años, permanecieron como "letras fantasma" en los expedientes judiciales.
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