Tal vez sea el país que mucha gente quiere visitar, ya sea por su historia reciente o por su relación con América Latina o vaya a saber por qué, pero Cuba siempre está allí para ser visitada y nosotros tuvimos la oportunidad de hacerlo en el año 1997. Vamos a recordar juntos como nos fue.
Este viaje fue el primero que tuvimos la oportunidad de hacer en familia. Fuimos cuatro personas y en esa época todos éramos más jóvenes, más flacos y con más pelo. El tiempo nos pasó por arriba y ahora estamos todos mucho más cambiados.
La salida fue desde Ezeiza en la línea aérea Cubana de Aviación. El avión de 10 asientos por filas, parecía una garrafa porque era corto y ancho. En esa época muchos argentinos querían viajar a Cuba para disfrutar de su calor, sus playas y su gente y para nosotros nos resultaba más o menos accesible ya que el cambio de 1 a 1 con el dólar nos favorecía, así que todo aquel que podía, se escapaba para Cuba unos días.
Ya al subir al avión lleno de argentinos ansiosos por viajar es un poco raro, parecía más una hinchada de fútbol que un vuelo de larga distancia. A nosotros nos tocó toda una fila de 4 asientos en el medio del avión, clase turista, apretados entre líneas de asientos y difícil de salir cada vez que el que estaba en el medio quería ir al baño. El vuelo dura un poco más de 10 hs, lo suficiente como para llegar todo acalambrado y casi congelado por la refrigeración del interior al Aeropuerto Internacional José Martí en La Habana, alrededor de las 5 de la mañana.
En el momento que se abren las puertas del avión y te asomas al exterior, todo el calor y la humedad del Caribe te pega de lleno en la cara y es cuando la aventura en Cuba empieza en Migraciones, donde una larga y lenta fila de pasajeros espera ser atendida por los pocos empleados que allí están.
Qué tal? Buenos días? ¿Todo bien? ¿Cómo fue el viaje? ¿Cansado, no?
Esas mismas preguntas se las hacían a todos los que llegamos con cara de dormidos y algo malhumorados por las demoras. Es cuando te das cuenta de que tenés que bajar el ritmo acelerado que traés, porque si no te volvés loco. Así que, después de 2 horas de esperar nuestro turno para ser atendidos, recién pudimos retirar el equipaje y subir al bus que nos llevaría al hotel en el centro de La Habana, pero aún debemos esperar a que más personas sean liberadas por Migraciones.
En la somnolencia de la espera de los pasajeros, repaso la interesante historia cubana y recuerdo que después de la caída del Imperio Romano de Constantinopla, llegaría el Imperio Otomano, para no sólo apoderarse de los territorios en Medio Oriente, el sur de Europa y el norte de África, sino también de todas las rutas comerciales de especias que se conocían en la época y que tuvo en Venecia su gran centro comercial. Todas las rutas del Mar Mediterráneo y las terrestres fueron conquistadas por los otomanos, así que había que buscar nuevas rutas para llegar a India y China sin pasar por sus dominios.
Acá aparece Cristóbal Colón, quien vivió años en Lisboa, por entonces el centro de la navegación. Allí copiaba mapas para interiorizarse de esa nueva situación mundial y buscar nuevas rutas.
En esos tiempos la Corona portuguesa se adelanta al reino de Castilla y recorre las costas de África con la intención de rodearla y llegar a las Indias. Hazaña que lograría Vasco da Gama años más tarde.
Colón busca explorar nuevas rutas marítimas y su intención era viajar al oeste para llegar a las Indias Orientales y Cipango, antiguo nombre que le daban los europeos y los chinos al Japón. Lo que Colón no imaginó es que el radio de la Tierra era mucho más grande y que en el medio se iba a encontrar con un continente desconocido: América.
Colón presenta su proyecto de viaje a la corona de Portugal, pero lo rechazan por ser costoso. Entonces lo ofrece a los Reyes Católicos, quienes después de mucho tiempo lo avalan y deciden cotear el viaje a cambio de quedarse con las tierras que él encontrara. Así, el 12 de octubre de 1492 llega a la Isla Guanahani, bautizada como San Salvador y aún hoy se debate cuál fue el lugar exacto del desembarco. Colón luego llegaría a Cuba el 27 de octubre de 1492 y cuentan las Cartas de India que el almirante, al pisar el suelo cubano, exclamó: “ésta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto jamás”.
Colón navegaría alrededor de la isla que los aborígenes llamaban Colba y él la llamó Isla Juana en honor a los Reyes Católicos y su heredera Juana.
Colón haría 3 viajes más a América, creyendo siempre que había llegado a las Indias Orientales sin saber que había descubierto un nuevo continente.
Casi dos décadas después del primer viaje de Colón, España inicia la conquista de la isla, como parte del proceso de ocupación que se irradiaba hacia diversas tierras del Caribe. Pero, alertados por los desmanes de los españoles en las islas vecinas, los aborígenes, dirigidos por el cacique Hatuey, resistieron la invasión hispana, hasta que fue capturado y quemado vivo como escarmiento.
Por aquellos días la industria fundamental en el territorio se limitó a una fallida búsqueda de oro, la ganadería y una incipiente agricultura. El comercio imperial se desarrolló como monopolio español, lo que no tardó en despertar los celosos apetitos de otras naciones europeas y la prosperidad de la isla provocó incursiones de corsarios y piratas franceses e ingleses. Uno de ellos fue Henry Morgan, quien llegó a estas playas, saqueó la ciudad y continuó sus ataques a las actuales Panamá y Venezuela. Por esos servicios, el gobierno de Inglaterra lo nombró gobernador de Jamaica.
Si adelantamos el tiempo, a finales del siglo XIX, vemos que la mayoría de los países de Latinoamérica se independizaron de España y acá aparece Estados Unidos, que no participa en el reparto de África ni de Asia y desde principios de siglo lleva a cabo una política expansionista. Fija su mirada en el Caribe, donde están Cuba y Puerto Rico, y en el Pacífico, con Las Filipinas, Guam y demás islas, todos dominios españoles.
En el caso de Cuba, su fuerte valor económico, agrícola y estratégico ya había provocado numerosas ofertas de compra de la isla por parte de varios presidentes estadounidenses de la época, que los españoles rechazaron. Cuba no solo era una cuestión de prestigio para España, sino que se trataba de uno de sus territorios más ricos y el tráfico comercial de su capital, La Habana, era comparable al que registraba en la misma época Barcelona. Así, en la isla, surgen movimientos independentistas, alentados por nacionalistas que quieren alejarse de España y, ya que Estados Unidos no la pudo comprar, apoya a los revolucionarios e incentiva la independencia.
En ésta época surge la figura de José Martí, para muchos El Padre de la Patria. Martí, en un principio, tenía una posición pacifista, pero con los años se radicaliza y convoca a los cubanos a lo que llaman una Guerra Necesaria por la independencia.
Así comienza una escalada de conflictos entre los gobiernos de Estados Unidos y España, mientras en la prensa de ambos países se daban fuertes campañas de desprestigio contra el adversario. En América, mediante historietas inventadas, se insistía en la valentía de los héroes cubanos que luchaban por liberarse del yugo de un gobierno y un país descrito como tiránico, corrupto, analfabeto y caótico. Por su parte, los españoles no tenían ninguna duda de la intención de Estados Unidos de anexionar la isla, dibujando unos hacendados avariciosos y arrogantes, sostenidos por una nación de ladrones indisciplinados, sin historia ni tradición militar, a los que España debería dar una lección.
Tras varias escaramuzas entre los países, el gobierno estadounidense envía a La Habana al acorazado Maine y, en respuesta a este hecho, el gobierno español envía el crucero Vizcaya al puerto de Nueva York. El 15 de febrero de 1898, el Maine explotó y, como consecuencia, murieron 255 marinos. La prensa norteamericana culpa a España, pero según estudios posteriores se dice que la explosión fue causada por el propio gobierno de Estados Unidos, con el objeto de tener un pretexto para declarar la guerra a España. Comienza la Guerra Hispano-Norteamericana, que dura unos tres meses, cuando tropas norteamericanas desembarcan en la Bahía de Guantánamo. La guerra termina con la firma del Tratado de París, en el que España cede Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam a Estados Unidos, perdiendo así sus últimas colonias de ultramar.
Con esto, Cuba se independiza de España pero es ocupada por Estados Unidos hasta 1902, fecha en que se retira, exigiendo a la nueva república una base naval y consolidándose en Guantánamo. Por su parte, Filipinas, Puerto Rico y Guam también se entregan a Estados Unidos a cambio de 20 millones de dólares y, al año siguiente, se vieron forzados a vender sus últimos dominios en el Pacífico al Imperio Alemán, que le otorga poder económico pero pierde poder político. A España solo le queda la colonia en Marruecos.
En Cuba y, después de años de democracias y golpes de estado, llegaría al poder Fulgencio Batista, quien elimina la libertad de expresión, de reunión, de huelga; aumenta el salario de las fuerzas armadas y de la policía y se otorga un salario anual superior al del presidente de Estados Unidos. Batista alentó el juego de azar en La Habana y, en 1955, anunció que Cuba concedería licencia de juego a cualquiera que invirtiera un millón de dólares en un hotel y doscientos mil en una discoteca, además de que el gobierno proporcionaría fondos públicos para la construcción de casinos y una exención fiscal de diez años. Con esto se ganó enemigos como Fidel Castro, quien, después de ser desterrado a México por un intento de sublevación, se reorganizó junto a su hermano Raúl, Camilo Cienfuegos y 80 revolucionarios —entre los que se encontraba un médico argentino conocido como Ernesto Che Guevara— y desembarcó en Sierra Maestra para comenzar una guerra de guerrillas contra el ejército de Batista, llegando a ser apoyados por varias ciudades.
El nuevo gobierno de Cuba, bajo el mando de Fidel Castro, al principio no tuvo una mirada hostil hacia Estados Unidos, pero sí fue crítico al denunciar el apoyo que la potencia brindaba a dictadores de Latinoamérica, así como el rol explotador e intervencionista de sus empresas monopolistas. Por ese motivo se acercó a la Unión Soviética y sus aliados detrás de la Cortina de Hierro. Llegarían tensiones entre John F. Kennedy y Fidel Castro, la invasión de exiliados cubanos entrenados y armados por la CIA en Bahía de Cochinos —en medio de lo que se llamó la Guerra Fría— y la posterior Crisis de los Misiles con la Unión Soviética de Nikita Kruschev.
Un paseo por La Habana
Nuestro hotel está en la parte antigua de la ciudad, aunque allí todo es antiguo y algo ruinoso. Pero a lo que voy, es que el hotel estaba cerca de todo, así que fuimos a dar una vuelta para empaparnos, no sólo de sudor caribeño, sino de toda esa cultura cubana que muchos quieren conocer.
La Habana Vieja fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por su gran contenido de historia, cultura y arquitectura, y es considerada el Centro Colonial más importante de América y del Caribe.
Por supuesto, fuimos a la Plaza de la Revolución, una de las más grandes del mundo, donde está el Monumento a José Martí con una altura de 110 mts y en cuya base se leen sus pensamientos grabados con letras doradas en los cinco salones. En el piso se observan las distancias entre el monumento y las capitales de 43 países, así como de 8 lugares del territorio nacional. Frente a ese obelisco hay una estatua del héroe de 18 mts de altura.
Tal vez el edificio más significativo cerca de la Plaza sea la sede del Ministerio del Interior, porque tiene en su fachada la foto en relieve del Che Guevara y la histórica frase Hasta la Victoria Siempre. Por supuesto, todo el que llega a la ciudad se toma una fotografía con esa imagen de fondo. En otro sector, está el Ministerio de Telecomunicaciones, con una imagen de Camilo Cienfuegos. Ambos forman parte de la historia política de Cuba. Tal vez muchos recordarán que en el año 2015 el Papa Francisco celebró allí una misa ante más de 1 millón de personas.
Muy cerca está el Capitolio Nacional de La Habana, construido en 1926, destinado a albergar las dos cámaras del Congreso, además de la Academia Cubana de las Ciencias y la Biblioteca Nacional de Ciencia y Tecnología. Es similar al Capitolio de Washington D.C. en Estados Unidos y, según se dice, debajo de la cúpula hay una réplica del diamante de 25 quilates que perteneció al último zar ruso y marca el Km 0 de todas las rutas cubanas; pero también hay algunas estatuas laminadas en oro de 24 quilates donadas por Moscú.
El Museo de la Revolución encierra la historia cubana y su lucha revolucionaria en orden cronológico. Desde el inicio de la cultura precolombina, recorriendo la historia hasta el actual régimen socialista, pasando incluso por la vida del Che Guevara a través de fotografías. Su imagen traspasó fronteras cubanas para convertirse en símbolo de lucha en todos los países. Hay varias versiones de la canción que lo recuerda y escucharás una en cada rincón del país en cada momento. Yo me quedo con esta versión:
En el museo hay unas 40 salas con planos, cartas, mapas, maquetas, documentación y objetos personales de guerrilleros; incluso está el Pabellón Granma, que cuenta con vehículos usados durante la Revolución y el yate utilizado para trasladar al Che Guevara y a Fidel Castro junto a sus revolucionarios desde México hasta Cuba en 1956. Todo el pabellón está rodeado por avionetas y vehículos relacionados con esa fecha.
Como dijimos, si caminas por la parte antigua de La Habana, sentís que retrocedes en el tiempo, porque ves negocios antiguos; entre ellos, llamaron la atención las farmacias o boticarios. Antiguas construcciones de techos altos, puertas y ventanas de madera casi ruinosas y pintadas de marrón oscuro te hacen creer que entraste a otra dimensión, sobre todo cuando observás en repisas y escaparates aquellos antiguos frascos marrones, de boca ancha, tapados con grandes corchos y etiquetas escritas a mano, que contienen plantas, semillas o medicamentos. Pero también te llamará la atención la insistencia de quienes se acercan a ofrecerte algo, con el único motivo de sacar algún redito o hacer algún negocio. El bloqueo comercial impuesto por Estados Unidos desde hace años hace que la revolución cubana, que para muchos es romántica, para otros sea un dolor de cabeza y la gente tenga que rebuscarse como pueda.
Eso nos pasó a nosotros: se nos acercaron muchos taxistas improvisados para ofrecernos tours privados en esos grandes coches antiguos de los años 50 por la ciudad. También se nos acercó un muchacho que se llamaba Lázaro, quien nos ofreció habanos de la Fábrica Partagás. Al principio lo rechazamos, pero, ¿quién viaja a Cuba y no trae habanos? La sorpresa fue que Lázaro no nos llevó a la fábrica, sino a un lugar medio lúgubre, una especie de casa de madera con varias habitaciones habitadas por distintas familias, a la que se accedía mediante una vieja y arruinada escalera que crujía a cada paso, muy parecida a los conventillos de Buenos Aires de principios del siglo pasado.
Nosotros no estábamos muy convencidos de entrar, pero lo hicimos y, al llegar a la habitación, una familia nos esperaba y allí negociamos el precio de lo que queríamos llevar. Era un mercado negro de venta de habanos y puros cubanos. ¿La marca? Partagás. Le preguntamos a Lázaro por ese tema y nos dijo que las personas entran a la fábrica por una pequeña ventana a 10 mts de altura, roban la mercadería y luego la venden. Una tarea riesgosa, teniendo en cuenta el peligro de entrar, robar, no ser descubiertos por la seguridad y luego vender los habanos en las casas de atrás de la fábrica sin ser descubiertos por la propia gente. Ellos dicen que son 11 millones de personas y 11 millones de policías.
De todas formas, conseguimos los habanos y seguimos recorriendo La Habana, hasta llegar a la Catedral de la Habana, otro símbolo de la ciudad, ya que fue construida hace más de 200 años y es allí donde se guardan objetos religiosos, sepulcros, sagrarios y una gran cantidad de historias. Dentro de la iglesia se encuentra la imagen del Santo Patrón de la ciudad de La Habana, San Cristóbal. La Catedral no es simétrica y, si la mirás bien, te das cuenta de lo desiguales que son sus torres; una más angosta que la otra. Antiguamente, la Plaza de la Catedral era una ciénaga formada por el estancamiento de las aguas de lluvia, que en tiempos se evaporaba. A mitad del siglo XVI la población la empezó a llamar la Plaza de la Ciénaga. En una esquina de la plaza se encuentra el Callejón del Chorro, que en la antigüedad era un canal por donde drenaba el agua acumulada, y hoy es una calle corta con casas de arte.
Un poco más allá está la Plaza Vieja, un destino obligado para quienes buscan disfrutar de un ambiente rodeado de un entorno colonial. La plaza es irregular y es la única que no tiene iglesia. Este lugar se elegía para procesiones religiosas, ejercicios militares, paseos aristocráticos, corridas de toros, carnavales, representaciones teatrales, mercados y ejecuciones.
Al ser una de las ciudades más antiguas de Latinoamérica, cuenta con fortalezas que se usaron en épocas coloniales. Una de ellas es el Castillo de la Real Fuerza de La Habana, una de las fortalezas militares más antiguas y mejor conservadas de América, cuya construcción data de 1558 y tenía el objetivo de proteger tanto a los ciudadanos como a la ciudad de ataques enemigos; por un lado llegaban piratas y, por otro, varios enemigos de la corona española en busca de territorio y riqueza. Otra fortaleza es el Castillo de los Tres Reyes del Morro, edificado entre 1589 y 1630, también construido para proteger la entrada de invasores y piratas al puerto de La Habana.
Si tenés ganas de comer, los cubanos no te recomiendan un restaurante, sino que te aconsejan ir a un Paladar, que son mini restaurantes en casas de familia. Es raro, ya que vas a un domicilio donde hay 2 o 3 mesas y ahí pedís alguna de las especialidades de la casa. Estos lugares adquirieron fama como forma de hacer frente a la crisis y, gracias también a la visita de famosos, como Barack Obama, Rolling Stone, Madonna, Beyonce, Robert de Niro o Bon Jovi, se corrió la voz. Cuando viajamos a Cuba en 1997, ninguno de estos personajes había visitado la isla, ya que el cierre con Estados Unidos era más fuerte.
Si tenés sed y querés probar sabores cubanos, hay algunos lugares para visitar; uno de ellos es el Museo del Ron: Havana Club, donde el sabor cubano compite con el ron de Puerto Rico y el Bacardi de Cataño. El lugar se encuentra en la Avenida del Puerto, donde la ciudad se junta con el mar, y podés hacer un recorrido para ver todo el proceso de fabricación: desde la caña de azúcar recién cortada, pasando por la destilería y los toneles de crianza, hasta que llegás al final del recorrido para servirte un Daiquiri, un Mojito o un Cuba Libre.
Pero si de sabores cubanos se trata, hay dos lugares icónicos que, por su fama, trascienden en la isla: La Bodeguita del Medio y El Floridita.
La Bodeguita es uno de los lugares más visitados por turistas que llegan a La Habana, debido a que por allí pasaron muchos escritores, artistas y políticos; y, de tanto en tanto, sufre arreglos, pero mantiene su estilo de paredes escritas y firmadas por famosos, que se mezcla con pinturas, fotos y una barra llena de bebidas de distinta clase. Acá podés disfrutar también de la gastronomía cubana, su tabaco y sus mojitos. Cuenta la leyenda que, hace años, el restaurante no funcionaba bien, hasta que cruzó la puerta del local un tal Ernest Hemingway. El tipo se sentó, pidió un mojito y le gustó tanto el lugar que dejó una nota al dueño, la cual fue enmarcada. Desde ese momento no dejaron de pasar escritores y personajes relevantes de aquella época. Algunos de los nombres más conocidos que pasaron por La Bodeguita del Medio son Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Joaquín Sabina, Nicolás Guillén, Joan Manuel Serrat, Agustín Lara y más.
Por su parte, El Floridita es uno de los mejores restaurantes del mundo, con casi 200 años de antigüedad. Las recomendaciones de boca en boca tienen mucho que ver con la fama del lugar, y Ernest Hemingway también tuvo su papel, ya que, según él, acá se preparan los mejores daiquiris de la isla. El gerente del lugar comentó a algunos periodistas que el escritor dejó una profunda huella porque leía, se encontraba con amigos, preparaba sus propias bebidas y, lo mejor de todo, se sentía como en casa viviendo en su propio espacio.
Hemingway no solo dejó un legado en Cuba, donde vivió buena parte del año, sino que luego se trasladó a Key West, al sur de Florida en Estados Unidos, donde se encuentra su casa – hoy museo – con un cementerio de gatos en su patio. En Cuba, además de escribir libros y dar recomendaciones culinarias, se creó Marina Hemingway, cerca de La Habana, la más grande de la isla, con capacidad para 400 embarcaciones, hoteles, restaurantes y todo lo necesario para salir en excursión de pesca o, tal vez, disfrutar de deportes náuticos.
Para terminar un día en La Habana, nada mejor que pasear por su Malecón, un paseo de 8 km de largo que te llevará a ver el mar e imaginarte una época de piratas, corsarios y revolucionarios. Hoy, los visitantes son pescadores y locales que se mezclan con turistas y buscan disfrutar de un atardecer. Joaquín Sabina, en su tema “Como Te Digo una Co, te Digo la O.”, resume a La Habana con estas palabras:
“El año pasao / Pillamos un chárter / De martes a martes
Fue por esa agencia / Si mujer, viajes El Halcón / Bien como experiencia
¿Que si nos gustó La Habana? Hija mía / ¿No nos va a gustar?
A una la reciben / Con ese Caribe / Y ese malecón
¿Y la gente? Legal, supermaja / No sé, diferente
Y eso que el dichoso bloqueo / Los dejó, no digo que feos / Porque feos no son
Y hasta el más negrito / Tiene educación
Pero, pobrecitos / Flaquitos, flaquitos / Y sin libertad
Que tengan la culpa Clinton o Fidel / A mí, mire usted / Lo mismo me da
Pa abreviar el cuento / Que no disfruté / Que no vuelvo más…..”
Igual, Joaquín Sabina visitó varias veces La Habana y siempre la disfrutó, porque allá también es muy querido.
Las playas cubanas
Tuvimos la oportunidad de visitar las playas cubanas.
Una de ellas es Varadero, que se encuentra a unas 2 hs desde La Habana. Tal vez la playa más conocida por el turismo internacional y, en ese momento, llena de argentinos. Con complejos turísticos enormes, playas amplias, arena fina y blanca, aguas cálidas y claras, con un suave descenso hacia el mar, es una gran piscina donde podés disfrutar mucho.
Desde principios de los años 90 se inició la construcción de un gran número de hoteles para el turismo internacional, financiados por inversiones nacionales y extranjeras, lo que ayudó a desarrollar el turismo como importante fuente de divisas y a aliviar la crisis económica tras el colapso de la Unión Soviética, principal apoyo de Cuba.
Varadero tiene unos 22 km de playas de arena y es un importante polo turístico, donde en esa época se podía comer una langosta en la playa por muy pocos dólares.
Muchas veces no sabés dónde quedarte: en la piscina del hotel disfrutando de una cerveza bien fría o con un helado de dos conos de vainilla a la cajeta (dulce de leche) rociada con pimienta de cayena.
Por las tardes aparecen las clases de gimnasia en el agua y, a la noche, comienza el show que entrega cada hotel en sus amplios jardines. Lo sorprendente es que los maestros de ceremonia, que hablan al menos 5 idiomas para atender a los turistas, son empleados del hotel. Ellos estudian turismo e idiomas por la mañana y, por la tarde, trabajan en el hotel, teniendo la posibilidad de laborar en lo que estudian.
Acá nos pasó algo divertido: un grupo de argentinos se juntó para jugar un partido de vóley y, luego, un partido de fútbol contra unos chicos cubanos. Todos éramos más jóvenes, teníamos más energía y ganamos ambos partidos. Para los cubanos, perder un partido de vóley era casi un deshonor. Nos divertimos mucho.
Así es Varadero, un lindo lugar rodeado de una naturaleza llena de encanto, donde se funden los tonos azules del mar con un sol permanente. Acá podés dar unas vueltas en jet ski, o tal vez hacer parasailing, kayak, snorkel y otro tipo de actividades acuáticas.
Ya, los últimos días en Cuba los pasamos al sur del país, en la provincia de Holguín, donde, según Colón, “era la tierra más hermosa que ojos humanos hubieran visto”. Aunque, como dijimos, no se sabe exactamente dónde llegó Colón después de abandonar la Isla Guanahani.
El tema es que Holguín está a 700 km de La Habana, al sureste de la isla. Pero Colón no se equivocó: el destino es perfecto para quienes disfrutan de las playas cubanas y buscan algo más tranquilo. Su playa más conocida es Guardalavaca, cercada por una barrera de coral que da tranquilidad a sus aguas. Según cuenta la leyenda, el nombre se debe a la expresión de los lugareños al ver llegar a los piratas y pedir “¡guardar la vaca!” ante el peligro que corría su ganado.
En la bahía se encuentran cinco cayos pequeños y uno de ellos es Cayo Naranjo, donde hay un delfinario, lobos marinos y se puede hacer ecoturismo.
Hoy, tanto Varadero como Guardalavaca están siendo desplazados por Cayo Coco y Cayo Santa María.
Si tenés oportunidad de alquilar un coche y te interesa saber más sobre la revolución cubana, podés ir hasta Santiago de Cuba, a 150 km de distancia, y tal vez acercarte hasta Bahía de Guantánamo (aunque recordá que ese territorio le pertenece a Estados Unidos, donde tiene sus cárceles de máxima seguridad).
Pero hasta acá llegamos hoy con Cuba. Antes de irnos, les dejamos este corto video de lo que fue ese viaje:
La próxima semana visitaremos otro país y les mostraremos cómo nos fue.
Los esperamos


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