En Estados Unidos, los concursos de belleza están en el centro de la polémica tras la denuncia de Danielle Hazel, una neoyorquina que no pudo participar en los certámenes de Miss America y Miss Mundo debido a que es madre. Las reglas de estos concursos prohíben la participación de mujeres casadas, embarazadas o con hijos, lo que Hazel ha catalogado como “discriminatorias, estúpidas y desactualizadas”.
Hazel, acompañada por su hijo y respaldada por la reconocida abogada Gloria Allred, ha llevado el caso ante la Comisión de Derechos Humanos de Nueva York. Su objetivo es desafiar lo que considera un estereotipo anticuado que asocia la maternidad con la pérdida de la belleza y el talento.
Este no es el único caso reciente de protesta contra estas normativas. Veronika Didusenko, ganadora del certamen Miss Ucrania en 2018, fue despojada de su título tras revelarse que era madre. Desde entonces, Didusenko ha liderado la campaña #DerechoaSerUnaMadre, buscando visibilizar la discriminación en este tipo de concursos. Ambas mujeres creen que los certámenes de belleza podrían convertirse en espacios inclusivos y de empoderamiento para todas las mujeres, si se revisaran las normas que las excluyen por su condición de madres o su estado civil.
Este caso ha reavivado el debate sobre el papel de los concursos de belleza en la sociedad moderna y su responsabilidad en la promoción de estándares más inclusivos y representativos para todas las mujeres.