Asesinato de Susana Montoya y el Legado de Terror en Córdoba

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El horror volvió a golpear a una familia de Córdoba. Susana Montoya, viuda de Ricardo Albareda, un subcomisario de la Policía de Córdoba asesinado durante la dictadura, fue encontrada muerta en su casa. "Los vamos a matar a todos. Ahora vamos por tus hijos", decía una amenaza escrita con lápiz labial en una de las paredes, mientras su cuerpo yacía en el patio con un puñal clavado en la garganta.

El 25 de septiembre de 1979, Ricardo Fermín Albareda Kalemberg fue secuestrado, torturado y asesinado por una patota del Departamento 2 de Informaciones de la Policía de Córdoba. El crimen de Susana Montoya parece una continuación de la violencia que ha marcado la historia de su familia. En su hogar, los agentes no encontraron señales de robo, sino desorden y una clara intención de enviar un mensaje de terror.

Fernando Albareda, hijo de Susana y Ricardo, es un militante de H.I.J.O.S Córdoba que ha luchado por justicia para su padre y otras víctimas de la dictadura. Durante años, Fernando ha recibido amenazas, especialmente tras el juicio que condenó a los responsables del asesinato de su padre, incluyendo al exjefe de la policía de Córdoba, Luciano Benjamín Menéndez, y otros altos funcionarios.

En 2023, Fernando denunció un aumento en las amenazas tras la llegada al poder de un nuevo gobierno. En su puerta, aparecieron carteles con mensajes intimidantes y seis balas calibre 22 largo, una clara alusión a los crímenes de la dictadura. "Se te terminaron los amigos en la Policía", "Te vamos a juntar con tu papito" y "Vas a morir" fueron algunas de las frases que lo acompañaron.


Menéndez, quien murió en prisión en 2018, fue uno de los principales responsables de los crímenes de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino “La Perla”. A pesar de su condena, la sombra de la impunidad y la reivindicación de los crímenes de la dictadura sigue presente. Recientemente, la esposa de Ernesto "El Nabo" Barreiro, junto a otras familiares de represores, pidió el indulto para los genocidas presos, respaldadas por algunos sectores del gobierno.

El 24 de marzo de este año, Ricardo Albareda fue homenajeado con un ascenso post-mortem, y su familia recibió una compensación por su fallecimiento en acto de servicio. Sin embargo, cuatro meses después, Susana Montoya fue asesinada en su casa, un sábado al mediodía, con un mensaje amenazante dejado como firma.

El asesinato de Montoya y las constantes amenazas hacia su hijo reflejan un clima de violencia que no ha desaparecido. Los discursos de odio y la presencia de elementos que reivindican los crímenes del pasado sugieren que la violencia y el terror siguen latentes, esperando un pretexto para resurgir.

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