Cada semana, el comedor de una casa en Palermo se transforma en un laboratorio de innovación. Allí, entre herramientas y circuitos, Alejandro Rodríguez lidera el Club de Ciencias Cóndor, un espacio que sostiene a pulmón desde hace trece años. Su dedicación lo llevó a ser uno de los dos argentinos elegidos por la Fundación Varkey y la UNESCO para competir por el Global Teacher Prize 2026, el galardón más prestigioso de la docencia a nivel mundial.
Un proyecto nacido de la resiliencia y el compromiso social
Rodríguez, quien actualmente dicta clases en la Escuela Técnica N° 3 “María Sánchez de Thompson”, fue seleccionado entre más de 5.000 nominaciones de 139 países. Su metodología no se limita al aula tradicional; a través de su club, acompaña a jóvenes —muchos en contextos de alta vulnerabilidad— en el desarrollo de soluciones tecnológicas con materiales reciclados.
Bajo su guía, los estudiantes han creado desde sistemas de remediación ambiental con hongos hasta biodigestores y kits de energía renovable. “Enseñar no es solo transmitir contenidos, sino encender algo en cada estudiante”, sostiene Rodríguez, quien incluso costea materiales y traslados de sus alumnos para que sus inventos lleguen a escuelas rurales que los necesitan.
El camino del esfuerzo: de una villa a la excelencia técnica
La historia personal de Alejandro es un reflejo de la movilidad social ascendente. Nacido en una familia trabajadora, vivió parte de su infancia en un asentamiento tras un conflicto habitacional. El modelo de su padre, un obrero que estudiaba de noche para progresar, fue su principal motor. A pesar de las dificultades económicas y de sentirse un "extraño" durante su paso becado por escuelas de élite, Rodríguez se aferró al conocimiento como su mayor activo.
Su vocación por la tecnología despertó frente a una vieja computadora Texas Instrument y se consolidó pedaleando tres horas diarias en bicicleta para cursar sus estudios en la UBA. “Mis padres me entregaron una llave de oro creyendo que abriría todas mis puertas”, recuerda sobre el sacrificio familiar, aunque destaca que fue su propio esfuerzo el que le permitió apropiarse del saber técnico.
Argentina en el escenario global de la educación
Alejandro no es el único representante nacional en esta instancia. Comparte la terna de finalistas con Gloria Cisneros, una docente chaqueña que dirige una escuela en el corazón de El Impenetrable. Ambos simbolizan la diversidad y el impacto de la educación pública argentina en contextos extremos, desde el laboratorio urbano hasta las zonas rurales más aisladas.
El próximo paso será la reducción de la lista a diez finalistas, antes de que el ganador sea anunciado en la World Governments Summit en Dubái, en febrero de 2026. Para Rodríguez, el reconocimiento ya cumplió un objetivo: visibilizar que, con recursos limitados pero mucha dedicación, es posible transformar realidades. Como él mismo afirma, la educación tiene el poder de cambiar el mundo, un estudiante a la vez.



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