Un equipo de investigadores en Argentina ha logrado desmontar algunos de los prejuicios más comunes sobre los videojuegos, demostrando que no están vinculados con el aislamiento, la ansiedad ni la adicción. Este proyecto, liderado por el CONICET, evidencia que la práctica de videojuegos se distribuye equitativamente entre géneros y abarca a jugadores de un promedio de más de 30 años de edad.
“Es un gran mito” pensar que los videojuegos son inherentemente dañinos, explica Guadalupe de la Iglesia, investigadora del CONICET en la Universidad de Palermo. De la Iglesia atribuye estas creencias al “pánico moral” que suele acompañar a innovaciones tecnológicas y que responde a la incertidumbre y el miedo. A su juicio, los videojuegos son una herramienta versátil que puede servir como respuesta a múltiples necesidades y problemas, siendo potencialmente grandes aliados.
Una encuesta de la Entertainment Software Association of America, que incluyó a casi 13,000 jugadores de 16 años o más en 12 países, reveló que el 69% de las personas juega para divertirse, mientras que el 63% lo hace para pasar el tiempo y otro 63% para relajarse y reducir el estrés. En Argentina, el reporte del Sistema de Información Cultural de la Argentina (SInCA) muestra que el 33% de la población juega videojuegos, destacando títulos de acción, aventura y rompecabezas como los favoritos.
A lo largo de 2024, De la Iglesia presentó dos estudios sobre la cultura gamer en el país. El primero, publicado en Psykhe, identifica dos grupos: uno de jugadores menores de 40 años, en su mayoría varones, que prefieren juegos intensos como shooters y estrategias; y otro compuesto en su mayoría por mujeres de 40 años o más, inclinadas por juegos casuales y de rompecabezas.
En otro estudio, publicado en la Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, la investigadora examinó la relación entre la salud mental y el uso de videojuegos. La conclusión principal es que no existen diferencias significativas en los rasgos de personalidad entre quienes juegan y quienes no, incluso al considerar factores como género y edad. Además, quienes juegan de manera moderada ven una mejora en sus capacidades cognitivas.
Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) no ha establecido límites específicos sobre el uso saludable de videojuegos, se considera que superar las tres horas diarias podría ser indicativo de descuido de otras actividades importantes.