Es Tiempo de Viajar, Hoy vamos a Tucumán

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Es la más pequeña y la más densamente poblada de las provincias. Por su verde, su historia y su geografía es conocida como el Jardín de la República. San Miguel de Tucumán es la capital de la provincia de Tucumán y es la quinta ciudad de Argentina después de Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Mendoza.


Este viaje lo hicimos hace mucho tiempo y descubrimos una provincia maravillosa que no cautivó. Así que vamos de a poco, acomódate en tu cómodo sillón y lee tranquilo.

Ubicada a unos 1.300 km de Buenos Aires, San Miguel de Tucumán destaca por su circuito histórico y por supuesto, es un recorrido ideal para repasar los hitos de nuestra incipiente república. El recorrido histórico se hace a pie, ya que los principales puntos del circuito quedan muy cerca. Si visitas Plaza Independencia, el corazón de la ciudad, te encontras con el monumento de la Libertad esculpida por artista Lola Mora. Frente a la plaza está la Casa de Gobierno que se puede recorrer y visitar alguno de sus salones o tal vez la tumba de Juan Bautista Alberdi, padre de nuestra Constitución Nacional.

En las manzanas cercanas se encuentra la tríada de los santuarios: la Basílica Menor de la Merced, la Iglesia de San Francisco y la imponente Catedral con su tono color pastel construida a fines del siglo XVII, pero su estado actual se lo dio la refacción producida a principios del siglo XIX. Con un estilo neoclásico, resaltan las dos grandes torres y en una de ellas aún se preserva el reloj que pertenecía al Cabildo de Tucumán.

Y por supuesto no puede faltar visitar la Casa de la Independencia, cariñosamente llamada La Casita de Tucumán, la casa más famosa de las construcciones de la provincia, construida en la época de las colonias y el lugar donde el 9 de Julio de 1816, se firmó el Acta de Independencia. Su fachada de color blanco es inconfundible y seguro la viste muchas veces en todos los manuales de historia de Argentina. Así que, siempre es lindo darse una vuelta para conocer sus salones, sus reliquias, su inmenso jardín, su aljibe, sus cientos de placas conmemorativas y sus esculturas.

Hace muchos años, ésta antigua casona que perteneció a la familia Laguna Bazán se encontraba destruida. Las lluvias y las características de los materiales de la construcción de la época colonial contribuyeron a un deterioro permanente, motivo por el cual el Gobierno Nacional la compró y comenzó las tareas de acondicionamiento para instalar ahí las oficinas de Correos y Telégrafos Argentinos y luego las del Juzgado Federal. 

Al restaurarla, se encontró una vieja fotografía tomada en 1869 por el fotógrafo italiano Ángel Paganelli, donde retrató a su hijo junto al conductor de un carro que llevaba su laboratorio ambulante. Gracias a esta fotografía se pudo reconstruir en detalle el edificio, ya que debido a su deterioro se decidió a demolerlo en su totalidad en el año 1904, dejando en pie solamente el Salón de la Jura protegido por un pequeño templo al que se accede atravesando el patio. En el interior se realizaron cambios, se demolieron las particulares columnas de la fachada para incorporar luego ventanas e incluso dos leones acostados en su frente.

En 1941, fue declarada Monumento Histórico Nacional y recuperó su aspecto original, aquel que en 1816, veintinueve representantes de las Provincias Unidas en Sud América reunidos en Tucumán declararon “a la faz de la tierra la voluntad unánime e indudable de romper los vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”. Se había declarado la Independencia.

Por las noches, un espectáculo de luz y sonido se presenta en la casa con proyecciones en los muros y muestra a los presentes, lo que sucedió en esos tiempos de declaración de Independencia.



Un paseo por la provincia 

Muy cerca de la ciudad, el cerro San Javier se eleva en medio de la selva de yungas y crea un paisaje ideal, tanto para el turismo de aventura como para quienes buscan un tiempo de descanso. 

Para llegar desde San Miguel tenés que atravesar la pequeña ciudad de Yerba Buena y al transitar el camino, se ingresa en un paisaje de ensueño, con curvas pronunciadas que permiten apreciar la exuberante vegetación subtropical, llena de helechos, nogales y lapachos.

El cerro tiene una altura de casi 1.900 metros y es un excelente lugar para tener las mejores vistas panorámicas de la ciudad y los diversos paisajes naturales que lo rodean. En sus laderas escarpadas y cubiertas de la húmeda selva se puede hacer cabalgatas, senderismo o parapente. En lo más alto del cerro, la villa veraniega San Javier, es ideal para descansar y disfrutar de muchos atractivos, con una temperatura menor a la de la capital tucumana y uno de los mayores atractivos del cerro es la escultura del Cristo Bendicente, obra del tucumano Juan Carlos Iramáin, que con una altura de 28 metros se convirtió en la cuarta estatua más alta del mundo de un Cristo, a 1.275 msnm.

Otro lugar muy bonito para conocer es Villa Nougués, que parece un sitio de otro país, con viejas casonas, una pequeña capilla y pocos habitantes que la hacen un sitio único. Está a solo 25 kilómetros de la ciudad, enclavada entre cerros y selva y para llegar allí se transita un camino que parece de película. Esta villa nace en 1899 con la construcción de la casa de veraneo del ingeniero Luis Nougués, un industrial azucarero que gobernó Tucumán entre 1906 y 1909. 



Desde los primeros años de su creación, Villa Nougués adquirió una mística que aún se mantiene vigente y la hostería es la principal residencia ya que también se encuentra la piedra fundacional del pueblo, colocada en 1903. El resto de las residencias que existen pertenecen a miembros de la familia o amigos, ya que en el pequeño poblado viven 120 habitantes estables. La gruta de la Virgen de Lourdes, el puente colgante y la Capilla del Pueblo, inaugurada en 1904, son algunos de los puntos que debes visitar en la villa y dada la altitud y el microclima, vas a descubrir especies de climas fríos como coníferos y de climas cálidos como las palmeras. Te recomiendo que te tomes un tiempo y camines  la villa para disfrutar de su tranquilidad.



Y ya que estás paseando, te recomiendo visitar el Monasterio de Cristo Rey en Siambón, un templo fundado en 1956 por monjes benedictinos y construido con materiales de la zona. El altar del templo es solo una roca extraída de una cantera en Río Grande, a ocho kilómetros de la abadía. El silencio en el monasterio se confunde con la paz del lugar que se encuentra a 63 kilómetros de la capital tucumana. El monasterio proporciona trabajo a comunidades vecinas en forestaciones de pinos, eucaliptos, frutales, todos asesorados por el INTA. Además, hay una fábrica de dulces, un colmenar y un laboratorio de cremas. En uno de los salones del monasterio se pueden comprar los productos que fabrican los religiosos, así que cuando vayas al Monasterio, no dejes de comprar algún dulce, licores o algún otro producto regional.

A 50 km de San Miguel, está Raco. Un lugar fantástico gracias a su vegetación, sus lomas, sus ríos cristalinos y bosques que te invitan a olvidarte del trajín urbano en un clima ideal. Una particularidad del lugar es que todas las calles de la villa llevan nombres de canciones de Don Atahualpa Yupanqui, uno de los músicos más importantes del folclore y en su honor está levantado un monumento. La palabra Raco significa Expansión y al llegar acá te vas a dar cuenta de la vastedad del lugar. 

El primer dato que se tiene de la villa es del siglo XVIII, es cuando García Medina donó a los jesuitas unas tierras para la Estancia del Valle de Raku. Cuando la orden fue expulsada en 1767, se subastaron propiedades y las compró Ruiz de Huidobro, quien estableció la primera estancia. Hoy, la mayoría de los habitantes de Raco son descendientes de aquellos fundadores originales. 

Muy cerca de la capital está Tafí Viejo, conocida como capital nacional del limón, ya que resulta la mayor región productora y exportadora de cítricos del mundo. Y por supuesto también podes visitar el dique El Cadillal, el lugar ideal para realizar senderismo, kayak, mountain bike, windsurf, kitesurf y pesca.


Más allá de San Miguel

Tafi del Valle, a 120 km de San Miguel, es uno de los departamentos más importantes de la provincia a nivel turístico, pero sobre todo por su contenido histórico. Para llegar a Tafí del Valle hay que transitar un sinuoso camino de cornisa y recorrer kilómetros en zigzag, con puntos panorámicos. Una parada obligada es el Monumento al Indio, donde hay una feria de artesanías y un mirador con vista privilegiada de la ruta.

Uno de los lugares históricos es el Parque Provincial Los Menhires

El lugar alberga las más antiguas y enigmáticas manifestaciones culturales del territorio argentino. Lo menhires son enormes piedras de granito talladas hace más de 2 mil años por los primeros habitantes de la región. Son 114 menhires que estuvieron dispersos por el valle y hace años fueron reunidos en un parque. En algunos casos, junto con las enormes piedras, se encontraron morteros y restos de alfarería que permitieron establecer que para las tallas se emplearon pedernales duros que se frotaban para grabar las superficies y luego se pintaban. Estas moles, de hasta cuatro toneladas de peso son fascinantes para científicos y turistas y muchos las relacionan con los mohaires de la Isla de Pascua y afirman que son manifestaciones de culturas con un alto grado de desarrollo. Al recorrer las moles ves la magnitud de los trabajos y entre los motivos se aprecian rostros humanos, animales y figuras amorfas y geométricas y entre los más populares son los denominados Ambrosetti, Sabaleta Pueyrredón, La Vieja o La Lápida.



Uno de los más pequeños monolitos tiene esculpido un rostro humano con una división tripartida, representación similar a las encontradas cerca del Lago Titicaca, en Bolivia. Esto hace suponer que existía relación entre ambas culturas.

A pesar del deterioro sufrido por el transcurso del tiempo y por la mano del hombre durante las traslaciones, los Menhires han podido ser rescatados en buena proporción y se exhiben frente a la plaza principal de El Mollar. Los menhires son una representación de la cultura Tafi, una de las primeras tribus del noroeste argentino y simbolizan la fertilidad y la fecundidad por su disposición fálica. Estos menhires permiten deducir la existencia de creencias religiosas e incluso la realización de ceremonias. Tal vez pudieron ser signos distintivos de fraternidades religiosas identificadas con un antepasado común dentro de estos grupos tribales.

Otro lugar para visitar es la Ciudad Sagrada de Quilmes, uno de los asentamientos precolombinos más importantes del país. El sitio fue propiedad del pueblo indígena, luego vino el estado provincial, más tarde de un concesionario privado y finalmente de los descendientes del pueblo quilmes quienes restauraron el asentamiento.



Estos habitantes tuvieron una altísima densidad de población, que les permitió mejor distribución de tareas y mayor explotación del ecosistema que alcanzó su punto máximo hasta la llegada de los españoles en 1667, cuando los quilmes sufrieron una importante derrota militar, ya que unos 400 españoles armados sitiaron el pueblo que tenía unos 15.000 habitantes y les impidieron acceder a sus cultivos y envenenaron la fuente de provisión de agua que llegaba desde las montañas. Luego de más o menos un mes, el pueblo indígena se rindió. 

Unos 2.600 indígenas fueron tomados prisioneros y trasladados a pie hasta Buenos Aires, en la actual localidad de Quilmes. Muchos murieron de frio, hambre y por enfermedades pulmonares. Durante su largo viaje no encontraron algarrobo que les proporcionaba alimento, leña, bebida y era considerado sagrado. Tampoco conocían las hierbas medicinales locales, por lo que no podían curarse sus infecciones. A Quilmes solo llegaron 400.




Hoy en las Ruinas de los Quilmes hay un museo, un mercado artesanal y un centro de interpretación en donde se relatan a través de diferentes recursos visuales, auditivos y táctiles, aspectos de la vida de los indígenas. También se exhiben réplicas de vestimentas, adornos, armas, herramientas de labranza, enseres familiares, utensilios para la cosecha, almacenaje y preparación de alimentos, elementos utilizados en prácticas religiosas o funerarias y objetos que ilustran la vida y costumbres de la comunidad. Sobre la falda del cerro Alto del Rey, podés recorrer las construcciones realizadas y una fortaleza ubicada en la cima con fortines a ambos costados, sobre una cornisa. Una ciudad de maravilla que vale la pena recorrer.




Amaicha del Valle

Es otro lugar muy bonito para conocer que se caracteriza por su clima agradable y sus ancestrales tradiciones indígenas y cultos a la Madre Tierra: La Pachamama. En ésta zona se encuentra la única comunidad indígena del Norte Argentino, que aún conserva la cultura diaguita y que se transmite de generación en generación. Sus pobladores son verdaderos artesanos que fabrican piezas únicas con un arte que conservan a pesar de los tiempos modernos, con una muestra pura de sus raíces. La zona es famosa por la producción de vinos caseros, alfajores, turrones y quesillos y por la tradicional Fiesta de la Pachamama que atrae a turistas de todo el mundo durante el mes de febrero. Es el único punto de la provincia donde se produce vino patero, cuya producción limitada se realiza aún hoy de forma artesanal. Amaicha es desde hace años la joya de los valles calchaquíes. Trescientos sesenta días de sol. Casi nunca llueve y hay quienes jamás han visto siquiera llover en serio. Sus pobladores dicen que acá el sol siempre está. Su gente se dedica a las actividades ancestrales que los ligan mucho a la tierra.


Como principal atracción del lugar está el museo de la Pachamama, diseñado para que el visitante conozca las costumbres y tradiciones ancestrales de la cultura diaguita, entre las que se rescatan historias del lugar y sus alrededores, sumado a creencias populares, todo a través de las obras del artista local Héctor Cruz que es descendiente de las etnias que habitaron por milenios este valle, plasmó en el museo su cultura, retratada en piedra, metales y hasta formas fuera de lo convencional, extrañas construcciones y dibujos que muestran una visión distinta del mundo al que estamos acostumbrados y dan cuenta de la cultura que tenían quienes habitaron el valle calchaquí. El museo se completa con una sala dedicada a la Geología, otra a las Ciencias Naturales y otra a las pinturas y esculturas.


Tucumán es tierra de grandes artistas, como Palito Ortega, Miguel Estrella, el trio San Javier, Los Tucu Tucu, Juan Falú, pero tal vez la más conocida de todos sea Mercedes Sosa, cuya voz cautivó al mundo. 


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