Victoria Villarruel, la candidata a vicepresidenta de Javier Milei, dio un paso más en su afán de socavar el proceso de verdad y justicia en la Argentina: durante el debate con Agustín Rossi, presentó a un represor multicondenado como una “víctima del terrorismo”. En paralelo, la diputada de La Libertad Avanza (LLA) evitó contestar a la pregunta de si abogaba por la libertad de los genocidas –como se la vio en una foto publicada por Página/12– y salió por la tangente al hablar de las demoras en los juicios.
“Me parece que es importante, más allá de tu pregunta, que reconozcamos que acá hubo víctimas del terrorismo que no tienen derechos humanos. Muchas de esas personas también están hoy detenidas. Por ejemplo, (Juan Daniel) Amelong es una persona cuyo padre fue asesinado por Montoneros en democracia en la ciudad de Rosario, ciudad que vos conocés muy bien”, contestó Villarruel ante la consulta precisa de Rossi de si quería que los criminales de lesa humanidad salieran de la cárcel.
Amelong –a quien Villarruel presenta como una víctima– es un represor que tiene cinco condenas: tres de ellas, a prisión perpetua. Entre septiembre de 1974 y febrero de 1976, fue parte del Batallón de Ingenieros de Construcciones de Santo Tomé. En octubre de 1975, estuvo en el Operativo Independencia de Tucumán –la antesala del genocidio que se implementaría a nivel nacional a partir del 24 de marzo de 1976. Una coincidencia es que el padre de Villarruel también fue enviado a Tucumán, aunque tiempo después. La diputada –que suele hablar de su padre como un héroe de Malvinas– omite que su progenitor se jactaba de haber combatido a la “subversión” tanto en el ámbito urbano como rural.
Después del golpe, Amelong figura dentro de los listados de oficiales del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario. Era uno de los miembros más activos de la patota de Pascual Guerrieri. Tal era su compromiso con la represión que puso a disposición de la causa una casaquinta de su familia, La intermedia, para que se usara como centro clandestino de detención, tortura y exterminio.
Amelong nunca ocultó su cruzada represiva. “He participado consciente de la guerra contra la subversión y puedo hoy sostener, con absoluta convicción, que me siento tranquilo y honrado por haber cumplido con mi deber, ejecutando desde mi puesto de combate, con todas las órdenes y directivas de mi superioridad encaminadas al aniquilamiento y derrota de los enemigos que, disputando al Estado el monopolio de la fuerza, aislaron a toda la sociedad provocando una trágica confrontación”, escribió en 1987.
Cuando cayeron las leyes que impedían el juzgamiento a los genocidas, Amelong ejercía como abogado. Era común que los querellantes o militantes de organismos de derechos humanos se lo cruzaran en los tribunales. Él aprovechaba para infundirles temor: los acosaba, se les paraba detrás. Cuando tuvo que sentarse por primera vez en el banquillo –en 2010– arrancó con una práctica: ponerse una vincha en la cabeza que decía “legalidad”.
El nombre de Amelong había estado circulando antes del debate. El diputado nacional Eduardo Toniolli escribió en la red X (ex Twitter) que se había enterado de que Villarruel visitaba a Amelong en la cárcel. Este represor había estado directamente vinculado a la desaparición de su padre, Eduardo José Toniolli. Secuestrado en febrero de 1977 en Córdoba, primero fue llevado a La Perla –donde lo sometieron a feroces torturas– y después fue trasladado a Rosario, de donde era oriundo. La información recogida por la justicia indica que Toniolli padre fue asesinado en La Intermedia, la quinta que pertenecía a Amelong.
“No quiero personalizar la discusión. Es grave e inédito que alguien que tiene posibilidad de convertirse en la vicepresidenta de Argentina tenga un discurso reivindicativo de la última dictadura. En Argentina nunca había pasado. Ahora, hay una vuelta de tuerca”, le dice a Página/12 el diputado Toniolli después de escuchar el debate.
En un nuevo cruce en X, Villarruel le escribió a Toniolli que era “válido” su dolor como hijo, pero insistió en el plan de victimización de Amelong. “Quiero que estén presos los asesinos de su padre (por Amelong) o sea los camaradas del tuyo. Digamos todo”, se regodeó la número dos de Milei.
Que le pregunte dónde está mi hermano
“Es muy grave que una diputada nacional, candidata a vice, tenga estas expresiones. Villarruel confunde lo que son delitos comunes con delitos perpetrados por el Estado, en el marco de una dictadura cívico- militar y pretende construir la imagen del represor Amelong como una víctima, invisibilizada, sin derechos. Pareciera que quisiera ocultar el accionar por el que fue juzgado y condenado Amelong”, dice Sabrina Gullino Valenzuela Negro.
Sabrina es la hija de Raquel Negro y Edgar Tulio “Tucho” Valenzuela. Raquel estaba embarazada de siete meses cuando fue secuestrada el 2 de enero de 1978 en Mar del Plata por la patota del Destacamento 121 de Rosario. Estaba con su compañero, Valenzuela, y con Sebastián Álvarez, su hijo de un año y ocho meses. A Sebastián lo devolvieron a la familia.
Amelong fue uno de los represores que llevó a “Tucho” a México con el objetivo de infiltrar a la conducción de Montoneros y asesinar a Mario Firmenich. “Tucho” logró escaparse y denunciar la maniobra. Dijo que en la Quinta de Funes habían quedado su compañera embarazada y su hijo como rehenes. Después de la conferencia de prensa de Valenzuela, Amelong terminó detenido por los servicios de inteligencia mexicanos. Una ficha con su foto fue aportada por el National Security Archive (NSA).
Raquel fue trasladada a La Intermedia. Allí compartió cautiverio con Jaime Dri. La llevaron a parir al Hospital de Paraná, donde tuvo mellizos: una nena y un nene. Solo Sabrina apareció: es la nieta 96 restituida por Abuelas de Plaza de Mayo.
“El teniente Amelong, que tanto defiende Villarruel, fue junto con (Walter) Pagano uno de los represores que me abandonaron, con apenas días de nacida, en la madrugada del 27 de marzo de 1978, en la puerta del Hogar del Huérfano de Rosario. Amelong seguramente sabe –si no es que fue él mismo– quién asesinó a mi madre y puso su cuerpo desnudo, con los brazos atados atrás y con una bolsa de nylon en la cabeza, en un baúl de un Peugeot 504 para reunirlo con los cuerpos sin vida de los otros catorce compañeros en el centro clandestino conocido como La Intermedia”, dice Sabrina.
“¿Como diputada nacional, puede Villarruel pedirle a sus amigos que digan en donde están los cuerpos de nuestros seres queridos? ¿Tendrá la dignidad humana de interrogar a Amelong y exigirle que diga a quién le entregaron a mi hermano mellizo? Porque es obvio que si a mí me dejaron abandonada en un Hogar del Huérfano una madrugada, también fue Amelong el partícipe necesario en la apropiación del Melli”, sostiene.
De victimarios a víctimas
Villarruel preside el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv), que se creó en 2006 –cuando se reanudaron los juicios a los genocidas. El Celtyv es una rama de la Asociación Unidad Argentina (Aunar), fundada por Fernando Exequiel Verplaetsen, el exjefe de Inteligencia de Campo de Mayo que siempre reivindicó la represión.
El Celtyv llegó para ocupar el lugar que había dejado vacío Familiares y Amigos de Muertos por la Subversión (FAMUS) –una organización ideada por los generales de la dictadura para contrarrestar a Madres de Plaza de Mayo y que se desactivó en 1991 tras el dictado de los indultos de Carlos Menem.
La socióloga Valentina Salvi, que hace tiempo investiga las memorias militares, propone historizar el proceso. “Si en los años ‘80 lo que se buscaba era evitar que los perpetradores fueran a juicio y que los reconocieran como salvadores y combatientes; ahora lo que se pretende es ponerlos en el lugar de víctimas”, explica. Ésa es la operación que intentó Villarruel en el debate vicepresidencial y eligió, nada más y nada menos, que a un “cruzado” de la dictadura.